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miércoles, 19 de marzo de 2008

Un grito desde el puente



Puente del Hacho en construcción 1895RAFAEL GARZÓN (1895)ARCHlVO DE CARLOS SANCHEZ

Texto publicado por Manuel Titos Martínez , Ideal 3 de febrero de 2008


m IDEAL ( DOMINGO
3 DE FEBRERO DE 2008
Un grito desde el puente
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MANUEL TITOS MARTíNEZ
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C UANDO se reunió el comité encargado por IDEAL de seleccionar los testimonios del pasado de Granada que pudieran ser considerados por los lectores merecedores de la distinción de maravilla de la provincia)), fue intención de los reunidos que estuvieran presentes todas las comarcas, todas las épocas, todos los estilos y todas las artes, incluidas las industriales. Y que, de vez en cuando, se diera preferencia a lugares poco conocidos o semiabandonados, otorgándoles una oportunidad para mejorar su destino.

Es el caso del puente del Hacho que, como era de esperar a la luz de los avances que periódicamente ha ido realizando IDEAL y de los resultados publicados el pasado día 30, no ha resultado seleccionado. Desde luego, por mi no ha quedado. Propuse su incorporación a la lista primitiva contando con el entusiasmo de algunos y con la complicidad de todos los miembros de aquella comisión y he votado por él tantas veces como he entrado en la edición digital de este periódico. El hecho de que no esté en la selección final es una muestra de la imparcialidad del proceso selectivo. porque si como presidente de la comisión hubiera estado en mis manos alterar el resultado, no estoy seguro de que no lo hubiera hecho.

Así que la lista final, con buen criterio colectivo, es la que han decidido los lectores de IDEAL, aunque a mi me hubiera gustado ver consagrado con esta calificación un viejo mito romo E1 Puente. vinculado a los recuerdos de mi infancia y de mi tierra. Algo, además, destacable por su propia importancia constructiva y por su singular belleza de diseño, que le hacen ser el puente más grande y el más hermoso de los viaductos de la época más revolucionaria que, en el ámbito de las comunicaciones, ha vivido la humanidad: la del ferrocarril.
Tan solo me ha emocionado tanto otro puente, te, el del río Kway, que el cine nos mostró en aquella inolvidable película de finales de los cincuenta. Recuerdo que la vi en el cine Dengra dc Baza, junto con Mobby Dick y desde entonces ambas han formado parte de los inolvidables recuerdos de mi niñez. En realidad, no era fácil visitarlo. Estaba en el limite de Guadahortuna y Alamedilla, más que separando uniendo los dos municipios, pero en un sitio por el que los de Guadarhortuna no pasábamos nunca, a diez kilómetros del pueblo. que en los cincuenta eran como un año luz. Solo se iba a la estación para emprender algún viaje, pero y.quién iba de viaje en los cincuenta y, más aún, desde un pueblo como Guadahortuna?

Alguna visita a Jodar, que estaba a poco más de veinte kilómetros pero que había que hacer en tren porque entonces, en el pueblo, no había ni un solo coche, o a despedir a mi tía Emilia que se iba a Bilbao. A recoger todos los veranos a mis primas que venían del norte. Todo ello en un carro mulero de los que fabricaban en el taller de mis tíos y de mi padre. El que había fundado mi abuelo en los años veinte y que ahora llevan algunos de sus biznietos.

En realidad, siempre fue una leyenda más que una presencia viva. Algo que iba y venía por la imaginación, asociado al ferrocarril, a los viajes, a la huida, a los rascacielos de Nueva York, de los que venía un dibujo en la enciclopedia Álvarez y que alguien decía que de verdad existían, como aquellas sequollas del Canadá en cuyo trunco habían hecho una perforación por la que pasaban orgullosos los automovilistas con sus inmensos coches americanos.

Decían que se podía pasear por debajo de la vía, circulando por un nivel inferior que iba de punta a punta del puente. Que había balcones para refugiarse por si venia el tren. Que por el interior de las pilastras había escaleras por las que se podía bajar hasta el río. Que al final del puente la vía se la tragaba un túnel que terminaba cerca de Jaén. El misterio de un túnel al final del puente. Qué lugar tan idóneo para rodar esa escena tantas veces repetida en que la locomotora, chorreando de humo, se adentra silbando y a todo vapor en la negrura circular de lo desconocido.

Bueno pues todo eso que decían era verdad y lo sigue siendo. No quiero en este artículo ser erudito v no trato de convencerles más que con el sentimiento, pero créanme: es una de las obras de ingeniería ferroviaria más valientes, difíciles y hermosas que existen en el país. Lo redescubrí más tarde y confieso que algún viaje de regreso de Madrid lo hice en el antiguo Ter porque en las tardes largas del verano, cuando el tren pasaba por el puente nuevo, el de hormigón, se podía ver como una ráfaga que se colaba por las ventanillas el monumento en hierro que es el puente del Hacho.

La única vez que no he querido verlo fue en un video que trajo mi hijo en el que alguien lo grabó tirándose por todo lo alto amarrado a unas cuerdas practicando un extraño deporte al que llamaban ((puenting)). No fui capaz. Su descarga de adrenalina podría haber provocado mi infarto y ya voy siendo cada vez mas adicto a la sabia recomendación de Lope: ((Busquemos el gozar/ que el penar nos viene/ sin le buscar)).

Ahora he vuelto. Llamé a un paisano para preguntarle donde podíamos comer, él se lo dijo al alcalde y al final se organizó una pequeña recepción en la que tuvimos la más noble compañía que me podia imaginar. Era un viaje en el que quería mostrar a mis amigos con orgullo algo que es de mi pueblo, de mi tierra y que, en la pequeña parte que me toca, también es mío.

Regresé, sin embargo. deprimido por el lamentable estado en el que el puente empieza a encontrarse y con los mismos deseos de gritar que el anónimo y desesperado protagonista del cuadro de Munch, que pareciera haber sido creado para esta ocasión. Abandonado como un poblado del Oeste donde se han acabado el agua y el oro. Reventando por la acumulación de óxido que se está firmando y engordando entre los perfiles, las chapas, las tuercas y los roblones. Con abundantes traviesas de madera partidas o arrancadas. Con una de las compuertas que dan acceso al paseo inferior, el que discurre por debajo de la vía de uno a otro extremo, arrancada de cuajo.
Si no se actúa inmediatamente, dentro de otros diez años no contaremos con él y solo nos quedará el testimonio de aquellas hermosísimas fotografías que tomó Garzón cuando se estaba construyendo.